El pan y el vino se convierten en el cuerpo y en la sangre de Jesucristo en la Santa Misa por las palabras que el sacerdote pronuncia en el momento de la consagración.
Por eso, las normas litúrgicas dicen que durante la consagración los fieles deben ponerse de rodillas, si no hay motivo razonable que lo impida, como sería problemas de salud. En ese caso bastaría una inclinación de cabeza. Así lo indica el nuevo misal romano. Y así lo han recordado varios obispos.
En la elevación, podrías decir en silencio: «Señor mío y Dios mío, que tu santa redención consiga mi salvación eterna y la de todos los que han de morir hoy. Amén».
Jesucristo instituyó la Eucaristía para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz, y alimentar nuestras almas p
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