Querido Dios: Nada es normal desde que estás en mi vida. Sentir tu presencia fluyendo en mí ser me transforma, renueva y regenera. Porque donde hay tristeza, tú colocas gozo. Donde había amargura, odio, cólera y resentimientos, tú siembras amor. Tú amor hace que mi alma sienta paz y que yo permanezca en control. La casita aquí en mi interior se siente tan limpia, fresca y clara, pues me has apartado del pecado. Me has limpiado de lo que me contamina. Tú has puesto esperanza y fe donde antes solo había dudas sobre el futuro, penas por el pasado y no se disfrutaba del presente. Mi vida es más plena, yo estoy más confiada, tu Palabra me ha dado certezas y promesas que espero ver cumplirse. Has ordenado mi vida y en cada experiencia, por más ilógica o triste que parezca, puedo ver y percibir que tu la reviertes en bien porque sabes lo que es mejor para mí.