“Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios.».”(Juan 3 3)
La manera más simple de explicar lo que significa “nacer de nuevo” es que dejamos nuestra antigua forma pecaminosa y carnal de pensar, de hablar y de actuar. Sin embargo, el nacer de nuevo va más allá del cambio y la transformación que un verdadero creyente anhela alcanzar, pues decir que somos nuevas criaturas porque creemos en Jesucristo y porque hacemos cosas para Él es fácil, lo difícil es vivir eso que decimos y para hacerlo sólo tenemos una forma: “la muerte” ¿Muerte? ¿Cómo así? Algo también sencillo de decir, pero vivirlo un proceso doloroso y complejo; sin embargo, la muerte es lo que tenemos que experimentar todos los días de nuestra vida mientras que llega la hora de reunirnos con Papá Dios en las regiones celestiales.
Muchas personas saben, dicen que creen y que entienden el sacrificio que Jesucristo hizo en la cruz, entonces su “sabiduría” los lleva a ver ese momento sobrenatural como un evento más, religioso e histórico. No obstante, considero que todos los días encontraremos una nueva enseñanza que nos revela la sabiduría de este gran suceso divino ¿por qué? porque la mayoría decimos que somos cristianos, que creemos en Jesucristo como el Salvador de la humanidad, que somos nuevas criaturas porque un día hicimos una oración de fe y que es Él quien gobierna nuestras vidas, pero a la hora de demostrarlo con los frutos se puede evidenciar algo totalmente diferente a lo que Jesús quiere que vivamos; por ejemplo, no podemos decir que hemos nacido de nuevo si estamos llenos de orgullo, soberbia, odio, resentimiento, ira, enojo, irrespeto, chisme, envidia, mentira, avaricia y engaño, etc. ¿Cómo puede ser posible esto? El Señor quiere que nos entreguemos a Él como un sacrificio vivo y santo cada día de nuestra existencia, esta es la verdadera forma de adorarlo, no imitando las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejando que Dios nos transforme en personas nuevas al renovar nuestra mente conforme su palabra; entonces todo lo que pensemos, hablemos y hagamos será conforme su voluntad que por cierto es buena, agradable y perfecta; por lo tanto lo que pensemos, hablemos y hagamos debe ser bueno, agradable y perfecto, no malo, odioso y destructivo. (Ver Romanos 12 1,29).
Cuando estás dispuesto a morir para Jesucristo significa que estás dispuesto a dejar de pecar así te guste pecar, decides dejar de ser el centro de atención y le das ese lugar a quien le corresponde, a tu Señor y Salvador; entonces, si eres irresponsable dejar de ser irresponsable, si eres ladrón dejas de robar, si eres mentiroso dejas de mentir, si eres grosero dejas de serlo, si eres orgulloso te vuelves humilde, si eres rencoroso te vuelves amoroso, si eres adultero o infiel no lo vuelves a ser, si eres fornicario decides guardarte para el Señor, si tienes vicios decides abandonarlos, si eres rebelde te vuelves manso y humilde, etc. el pecado es normal para el mundo pero si hemos recibido a Jesucristo con seriedad en nuestra vida, entonces ya no pertenecemos a los del mundo y dejamos de hacer lo que ellos hacen porque lo que hacen agrada a Satanás.
El nacer de nuevo requiere de nuestra muerte diaria al pecado y a la maldad, es una tarea constante y permanente porque el pecado anda a nuestro alrededor asechándonos para atraparnos; pero si realmente confesamos a Jesucristo y creemos en Él como lo decimos, vamos a tomar dominio sobre el pecado y vamos a morir a la necesidad de pecar así nos duela y nos cueste. Por lo menos no se la dejemos tan fácil al pecado y démosle guerra. Que el Señor vea nuestro esfuerzo por no pecar, nuestras ganas de agradarlo en todo y que sea Él dándonos el poder del Espíritu para vencer nuestra carne cada vez que pretenda levantarse y si llega a levantarse, crucifiquémosla de nuevo en Cristo Jesús para que cada día pierda mayor fuerza y seamos regidos por el Espíritu y no por nuestra naturaleza pecaminosa.
Los invito a que nos unamos en contra del pecado, oremos los unos por los otros para que nos fortalezcamos en el amor, la fe, el perdón, la justicia, la paz y la santidad que debemos ejercer como hijos de Dios. Cristo venció el pecado en la cruz, ahora nos toca a nosotros vivir conforme su sacrificio y su resurrección al participar de la nueva vida que nos concede por su infinita gracia y misericordia. Si vivimos para Él también podemos experimentar su victoria, su resurrección cada día de nuestras vidas.
“En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí.”(Gálatas 2 19,20)
¡Esforcémonos por agradar a Dios en todo, Él hará lo que es más difícil para nosotros “ayudarnos a morir al pecado”!
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